13 de mayo de 2015

Elecciones humanas

Voy a ser sincera. Estoy muy contenta ya que, por segunda vez en mi vida, tengo el privilegio de volver a cubrir unas elecciones. La primera vez fueron las generales. Era tarde, yo ya había acabado mi artículo y tenia 'permiso' para marcharme. De hecho, mi jefe -que tuve la suerte de que ante todo era compañero-, me aclaró, al ver que pasaban los minutos y no me iba, que podía marcharme.

-No sé si dentro de unos años volveré a cubrir unas elecciones...si no te importa, me gustaría quedarme. Accedió y le ayudé a mirar cada uno de los resultados de los pueblos de Navarra. Yo era feliz. Escuchaba los comentarios, actualizaba páginas que se bloqueaban, cantaba números...en fin, viví esa noche como una ebullición, saboreando cada instante, porque entraba en las quinielas que quizá pasará mucho tiempo hasta que cantará una vez más escaños.

Ahora estoy en otro medio, inmersa una vez más en ese torbellino de ideas, ocurrencias extravagantes, lemas y camionetas que dejan tras de sí melodías y caras sonrientes. Y he pensado que pueden ser un símil de la vida.

La vida tiene sus procesos, sus crisis, y cada tanto en tanto, toca renovarse o morir. A veces están las falsas promesas de año nuevo, que no son becas ni infraestructuras, pero sí ideas tan utópicas que tratamos de convencernos para creer que algo nuevo puede llegar a nuestra vida. Otras veces, sin pensarlo, un hecho, una historia, un hobby o una persona aparecen de pronto en tu vida. Y le das tu voto. Una confianza que, quizá  unos años antes, habías criticado y asegurado que nunca caerías en ella.

O incluso llegas a tomar una de las decisiones más importantes de tu vida de forma improvisada, sin pensar, porque si lo haces nunca lo harías. ¿Cuántos no llegarán a la mesa electoral y, viendo el panorama, elegirán ante el primer pensamiento 'razonable' que se les pase por la cabeza? Y a eso habrán votado para cuatro años.

Solo he pensado que, en este teatro de ver carteles de caras sonrientes colgadas en las farolas, posters y micrófonos en medio de la calle, y sobres de partidos que inundan el buzón, quizá haya algo real de la vida. Así lo espero porque, de lo contrario, el espectáculo está muy lejos de cumplir su función: servir a las personas.

18 de noviembre de 2013

Belfast, un retrato

Belfast, en el siglo XXI
Llegué a Belfast por accidente, mejor dicho, porque no me quedaba otra. Mi preferencia (y mi viaje reservado) era ver los acantilados de Moher, en el condado de Clare. Difícil encontrar una crónica de éstos sin el adjetivo 'magnificient'. Pero no llegué a tiempo por la sencilla razón de que no estaba familiarizada con el DART, el tren de cercanías -lease entre líneas lo perdí-. Y el único viaje que ofertaba Paddywagon Tours un sábado a las 8.30 horas en Dublin era Belfast. Ok, ok! Tenía diez minutos para asimilar que en la primera semana de estancia en la isla esmeralda iba a viajar a la otra punta.

Así que guía mediante, me dispuse a leer como loca todo lo que dos horas y media dieron de sí mientras el conductor hacía lo propio en inglés. Y elegí un sitio de entre todos los "puntos de interés" que la guía presentaba. El número cinco: The Entries.

"Son una serie de callejones junto a la High Street que datan al menos de 1630 (...)". Sí, y al principio; debo añadir, un tanto inhóspitos. Al menos cuando di con uno de ellos -para mí era el primero- y el hombre que fumaba un pitillo y aprovechaba ese lapso para desconectar del bullicio del  restaurante- me confirmó que sí, que ese callejón llevaba a The Entries, me regaló una mirada de ánimo para que entrara. Era una calle estrecha, de ladrillos naranjas desgastados, grafittis y contenedores cubierta por un cielo gris. Y nada transitada, al menos en ese momento. Así que allí fui a parar y pronto me di cuenta de que aquello era un laberinto donde era relativamente fácil situarse y que albergaba el corazón de Belfast.


La White´s Tavern es el pub más antiguo de Belfast. Data de 1630 y está
situado en la Winecellar Entry.

En letras blancas sobre un fondo negro, un cartel explica que en estas calles se desarrolló el comercio de la ciudad, sobre todo en el siglo XVIII. Sin embargo, el espíritu de los negocios, de aquellos primeros mercantes se originó en la White´s Tavern, en la Winecellar Entry. Fue la primera taberna en conseguir una licencia (desde 1630 datan las conversaciones con vocación comercial) y, por tanto, hoy se publicita como la más antigua. La sensación al entrar en él así lo confirma. Pequeño y rodeado por madera antigua, vieja y oscura. Pero lleno de gente que se percata enseguida del turista que entra en sus aposentos. De fondo, el eco del 'craic' o como los irlandeses llaman a la charla entre amigos.


    Una callejuela localizada en The Entries, la 'parte vieja' de Belfast y donde comenzó a desarrollarse el comercio.
                                                                                                                 

 Algunos de los murales pintados en los callejones pertenecientes a The Entries










Es fácil perder el sentido del tiempo en esas calles que sostienen el pasado. Decoradas con carteles que ensalzan la Guiness, los murales de todo tipo o estampas de postal. Y luego, si uno quiere regresar al tiempo, esta lo de siempre: una calle central con centros comerciales, tiendas, personas que van y vienen con prisa, grupos que te paran para convencerte de un proyecto y artistas callejeros (perdón, para mí estos siempre son singulares). Un retrato de Belfast ciudad, de al menos lo que pude ver en una tarde (por la mañana paseé por el Titanic Quarter, hereda el nombre por ser la zona donde se encuentran los muelles que vieron nacer al Titanic. Recomendable si se quiere ver el enorme puerto).

Belfast tiene mucho más, por supuesto. Pero aquella tarde en The Entries supuso un intento de ver sus raíces en el plano de una ciudad cuyo trazado sigue moviéndose.






1 de noviembre de 2013

África, el valor de un 'canterano'


     Decía Ferrán Iniesta, profesor de Historia del África Negra, que África tiene un problema, pero Occidente tiene uno mayor: que está perdido y no lo sabe. Como un jugador de Champions que mira a un canterano recién ascendido al equipo y piensa que ese chico que aún no ha oído su nombre recitado por un megáfono en un estadio,ni a su afición corearlo, que no sabe qué significa levantar un trofeo europeo, que nunca ha decidido la suerte de un equipo desde los once metros, tiene muchísimo que aprender de él.

    Superioridad.La Europa del desarrollo, de la democracia, del Estado del Bienestar se siente con autoridad para dar y repartir lecciones al continente negro y decidir su futuro. Enfermedades, pobreza, desnutrición, estados corruptos, discriminación sexual, guerras...Ese bello continente queda reducido a un mensaje de socorro. No es la intención de esta entrada, pero en el origen de ese grito de auxilio el europeo tiene mucho que ver. Solo recordar que en el siglo XV, Europa codició el oro africano y después optó y se lucró durante más de 400 años por la trata de esclavos. 'No fueron las muertes la peor herencia que dejó Occidente a África, sino que la vida humana no valía nada',dice Iniesta.

    Pero África no ha olvidado su identidad.Seguramente el joven canterano entienda más por qué corre tras un balón perdido que el veterano jugador de Champions que ha jugado en grandes equipos. 'Lo que caracteriza a un pueblo es la ligazón que sostiene con su entorno natural. Si esa columna vertebral está ahí, se aguanta', sostiene el profesor. En África, el valor máximo no es el hombre, sino la armonía con el mundo y la función del hombre es velar por esa armonía. 'Si eso se pierde, la vida se vuelve absurda'. 

     Las células que componen el ADN africano desde hace mil años son, entre otras que aún perduran, su sentido de la solidaridad -trabajar a destajo para ayudar a su gente- y el respeto por una realidad cambiante y múltiple - existe una manera de ver y ritualizar el mundo de cada pueblo. La tradición africana es una piedra para la afamada y vitoreada modernidad. África es humilde, para ella 'el mundo es poderoso y lleno de sentido, reflejo de algo más poderoso', sostiene Iniesta. El hombre es el remedio del hombre, dice un proverbio africano.

     El jugador veterano ha pisado más campos, levantado más trofeos y podrá vanagloriarse de sus muchas fotografías. El canterano sabe lo que le ha costado llegar y lo que le queda. También sabe por quién corre.   






    


    
    





3 de julio de 2013

Me río yo del blanco y rojo

Empiezas motivado. Forma parte del ritual presanferminero: el de organizar la agenda de comidas o cenas con los amigos, pensar el almuerzo, observar minuciosamente los conciertos que hay cada día...o preparar la ropa: pañuelo, camiseta blanca, faja, pantalón. Fácil, sencillo y cómodo...a primera vista.

Un atuendo 'sencillo' y 'barato' a primera vista....
Así que empiezo por los pantalones. Consigo identificar unos cinco que se aproximan a mi talla, entre una pila enorme. Alguno habrá sobrevivido a la batalla campal. Todos se lavaron, sin excepción. Empiezo con el primero: una mancha de kalimotxo imposible de disimular en el bolsillo derecho, ni siquiera para el chupinazo. Quedan cuatro. Los bajos y las rodillas afectados considerablemente, ni de coña. Otro más; éste sí se salva. Perfecto. Era el que llevaba de día. Dos más aún y la posibilidad de no gastar un duro en una prenda que no va a pasar de los sanfermines siguientes. Otro...que tampoco. Malditas manchas perceptibles disgregadas por todo el pantalón. ¿Pero qué hice yo? Y para consolarte respondes...¿qué me hicieron? Que es distinto. El último pantalón, venga...¡uy!, igual con lejía neutrex pasa. Pero, en el fondo, intuyes la derrota del algodón. Así que solo sobrevive uno y medio. El medio por cierto bastante feo. Se masca la tragedia. Porque el entero puede ser de tu hermana y eso sí que es una batalla.

Las camisetas, sí, eso hay de sobra. Una pila aún más grande que la de los pantalones. La inspección comienza... y más de la mitad son de propaganda, de la talla XXL. Tampoco es eso. Vale que se va a manchar, sudar y no sobrevivirá ni 48 horas...pero ir de la 10ª edición del cross popular es pasarse. Total, que la selección no pasa de ocho camisetas, y la mitad rojas, bonitas, más pensadas para salir que para un chupinazo. Así que nos quedamos con cuatro. Que, como los pantalones, tienen alguna manchilla. Pequeña, pero ahí está. Y, aunque sabes que a los cinco minutos de entrar en lo viejo te expones a que un australiano con una sangría don simón y una sonrisa de oreja a oreja bautice tu camiseta, no quieres salir con una mancha. Aunque sea pequeña. Que empiezan los Sanfermines y son tus fiestas y se va limpio. Total, por tres euricos...

Jerseys. En la tierra de Mordor todo puede pasar. El día 6 anuncian más de 30º grados, pero a mi no me engañais, una chaqueta o jersey como Dios manda hay que llevar. Y solo hay dos: una enorme de dos tallas más y una chaquetilla de hace dos años. ¿¿Pero cómo sobreviví yo los Sanfermines pasados??

Total, que asumes la derrota. Reciclaje, más bien poco. Y encima sigue el pilón de camisetas y pantalones blanca ahí, en frente, como diciendo que eres tú la que te estás buscando el 'derroche'. Ves que dos pantalones van a caer, dos camisetillas de tres euros también y un jersey que abrigue algo se une a la improvisada lista.

¿La ropa de San Fermín? Nada, un pantalón y una camiseta vieja que tengas... dices a la prima de Bilbao. ;)