Tenemos más de 100 amigos en facebook, pero menos tiempo para echar un café con ellos.
Tuiteamos cualquier noticia, comentario o idea, pero cada vez se analiza menos sobre qué escribimos.
Crecen las posibilidades tecnológicas de conversar directamente con personas de cualquier parte del mundo, pero con el vecino del 4º el tiempo sigue como tema salvavidas.
Sabemos al instante qué ha ocurrido por los titulares, pero casi siempre sin el rigor, la precisión y el contexto para entenderlo.
Tenemos cada vez más canales de información y más información, pero la sensación es que la cultura decrece
Hay más formatos para leer, pero se lee menos.
Las noticias, las opiniones o los reportajes en los periódicos digitales se llenan de comentarios -la mayoría sin sentido común- , pero la gente se moviliza menos por los demás.
Los telediarios aportan seriedad a la imagen de una cadena, pero cada vez son más sensacionalistas.
Los gurús del periodismo del futuro no se cansan de enumerar las ventajas de Internet, pero ni la publicidad, ni los empresarios, ni el público apuestan por él de una forma que sea viable.
El mundo está cambiando constantemente en todas partes y existen numerosas vías para contarlo, pero los medios de comunicación muestran las mismas historias sin salirse del guión.
Suena pesimista, pero muchas cosas aún se pueden revertir.
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