12 de junio de 2012

Alma de niña

  La esperamos por las mañanas. No suele fallar. Cuando el reloj marca las 10.00 horas...¡Piiiiiiiiiiiiiii! Timbrazo. Es la señal definitiva. Entra en casa cojeando a veces más arreglada (cuando eso ocurre lleva el pelo peinado con abundante laca que no le resta a su perfume familiar y sus ojos suelen brillar más) y otras directamente sin cuidarse, pero siempre con una historia que ilumina sus ojos o se cruza como una sombra de duda y miedo. Sus pasos cortos e imprecisos irrumpen en el salón y, por arte de magia o más bien de sabiduría canina, mi perro los respeta y no se entremete en ellos, a pesar de rodearla dando saltos de alegría y de despertar a los vecinos con sus ladridos (quizá ellos intuyan esos momentos mágicos).
  Ella llega a su sofá, se sienta, inspira y, en ese breve instante, vuelve a conectarse con su historia. Sin segundos que perder, nos mira, vuelve a coger aire y empieza por el principio. Ocurre muchas veces que el principio, es muy principio, y cuando llega al nudo, uno a veces se ha perdido en el mundo de las palabras pronunciadas por una memoria que sobrepasa los 80 años. Pero, una vez que echa el ancla en el nudo, las palabras y el tono se elevan,  y entonces ambas secundan a la persona. A su energía, a su entusiasmo, a su delicadeza, a su abatimiento, a su humor, a su picardía. Puro nervio. También obstinación, sí señor. La historia no suele tener un final, porque en medio de la trama o antes de llegar a ella, se entrecruza otra. O a veces se cuela un silencio infinito. Los ojos, entonces, se fijan en el suelo.Aunque la mayoría de veces mira  directamente al interlocutor por un segundo para ladear la cabeza enseguida. ¡¡¡QUE EL OTRO DÍA!!! Suele ser un diálogo de sordos, por eso la comunicación no verbal es esencial. "Chica, no te confieses", afirma orgullosa ella para desesperación del intérprete. "Yyyyyyy......,....entonnncesss.....,.....pueeessss.....": son nexos de unión clave que hay que seguir con la mirada y el corazón. Porque habla de lo que siente. El pasado es lo que más evoca, aunque el "Mourincho, qué malo es ese tio", La Esteban o Letizia Ortiz entran en el top ten.
Lo más bonito es su risa y sus ojos cuando sus nietos le contamos algo que rompe con lo que se debe hacer y decir en esta sociedad. Entonces se troncha y quiere una travesura más. O las que se tercien. En ese momento es una niña con los huesos de alguien que ha vivido mucho, mucho.
Que sigamos escuchando y disfrutando cada mañana de esos pasos cortos y cojos de nuestros mayores. De esa sonrisa pícara. De ese espíritu sabio, con alma de niña.


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