Voy a ser sincera. Estoy muy contenta ya que, por segunda vez en mi vida, tengo el privilegio de volver a cubrir unas elecciones. La primera vez fueron las generales. Era tarde, yo ya había acabado mi artículo y tenia 'permiso' para marcharme. De hecho, mi jefe -que tuve la suerte de que ante todo era compañero-, me aclaró, al ver que pasaban los minutos y no me iba, que podía marcharme.
-No sé si dentro de unos años volveré a cubrir unas elecciones...si no te importa, me gustaría quedarme. Accedió y le ayudé a mirar cada uno de los resultados de los pueblos de Navarra. Yo era feliz. Escuchaba los comentarios, actualizaba páginas que se bloqueaban, cantaba números...en fin, viví esa noche como una ebullición, saboreando cada instante, porque entraba en las quinielas que quizá pasará mucho tiempo hasta que cantará una vez más escaños.
Ahora estoy en otro medio, inmersa una vez más en ese torbellino de ideas, ocurrencias extravagantes, lemas y camionetas que dejan tras de sí melodías y caras sonrientes. Y he pensado que pueden ser un símil de la vida.
La vida tiene sus procesos, sus crisis, y cada tanto en tanto, toca renovarse o morir. A veces están las falsas promesas de año nuevo, que no son becas ni infraestructuras, pero sí ideas tan utópicas que tratamos de convencernos para creer que algo nuevo puede llegar a nuestra vida. Otras veces, sin pensarlo, un hecho, una historia, un hobby o una persona aparecen de pronto en tu vida. Y le das tu voto. Una confianza que, quizá unos años antes, habías criticado y asegurado que nunca caerías en ella.
O incluso llegas a tomar una de las decisiones más importantes de tu vida de forma improvisada, sin pensar, porque si lo haces nunca lo harías. ¿Cuántos no llegarán a la mesa electoral y, viendo el panorama, elegirán ante el primer pensamiento 'razonable' que se les pase por la cabeza? Y a eso habrán votado para cuatro años.
Solo he pensado que, en este teatro de ver carteles de caras sonrientes colgadas en las farolas, posters y micrófonos en medio de la calle, y sobres de partidos que inundan el buzón, quizá haya algo real de la vida. Así lo espero porque, de lo contrario, el espectáculo está muy lejos de cumplir su función: servir a las personas.
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