19 de febrero de 2013

En defensa de los sueños


Alegato a favor de los pensamientos e imágenes que en los últimos tiempos carecen de abogados defensores. Cada vez se entierran más, y más y más hondo. Hasta que uno no osa pronunciarlos ni mucho menos imaginarlos. Hablo de los sueños.

Parece que soñar  -dejar la mente en blanco e imaginar lo que el corazón te pide- es perder el tiempo y atreverse a nombrarlos delante de otros ya casi roza lo heroico. Me niego a nombrarla, pero esa palabra que encoge cada vez más estómagos y aplasta y llega a enterrar las ilusiones de las personas, esa formación de letras que aúpa al fuerte (económicamente) y hunde más al débil, se está llevando algo que nos convierte en únicos y humanos: los sueños.

Da miedo, es una pérdida de tiempo (como todo lo que no tenga un fin utilitario hoy en día), es de ingenuos y solo consigues frustrarte y darte la torta. O peor, que alguien te exponga con demasiada sinceridad que lo que deseas es inútil y poco menos que imposible de lograr. Y, la estocada final, que ahora bastante hacemos con sobrevivir como para estar pensando en otras cosas.Argumentos estos moldeados por una realidad que parece que empieza y acaba en las decisiones económicas de la señora Merkel y las consecuencias de su aplicación o no. Y ya está, se acabó. Que esta es nuestra historia, nuestro papel en este principio de siglo, y que, con las cartas sobre la mesa, le toca a cada uno saber gestionarlas.

Entre primas, bancos y la preocupación masIVA de salir adelante, el riesgo está en quedarnos atrapados exclusivamente en los números. Sé que hay familias, hombres y mujeres, en los que la vida de los suyos (y la suya) pende de unos ingresos. En ello les va la comida, el hogar o el futuro de sus hijos. Y su seguridad que, tal y como están las cosas, equivale a felicidad. Sí, así es difícil soñar o es un acto casi masoquista. Pero ninguna revolución se hubiera gestado si antes no hubiera existido el sueño. La esperanza.

Soñar no creo que consista en mirar a una pared hasta que alguien te pasa la mano por la cara y despiertas de tu ensimismamiento. No. Es no perder lo que te mueve. No dejar de sentir, al menos por unos instantes, esa energía que recorre el cuerpo o el brillo de ojos que desprendes cada vez que lo expresas. Luchar para que no se destruyan en esta despiadada marea de números dirigida por adoratrices del nuevo Dios don Dinero.

Lo que no se sueña desaparece de nuestra mente y en ese entierro se lleva parte de nuestra esencia. No quiero que llegue el día en que, además de empobrecer nuestro presente y futuro, hayan ganado otra partida. No recordemos lo que una vez quisimos.Lo que un día soñamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario