1 de marzo de 2013

José

José


Como las raíces cuando le cortan de su tronco, así se mostraba José. Tumbado en la cama del hospital, y cubierto con unas sábanas blancas limpias, pero extrañas; y con una máscara para que el oxígeno llegue mejor a sus pulmones. Cierra los ojos. Si los abre, ve lo mismo. Oscuridad. José pertenece a una especie en peligro de extinción. Hace siete días que cruzó las fronteras de su pueblo por primera vez. Tiene 86 años. Come queso y huevos y pan. No tiene agua caliente. Entiende el castellano, pero su lengua es el euskera. José reza mucho durante el día, sentado en una butaca de madera, al amparo de grandes muros de piedra que han sido y son su casa. Ahora le amparan unas voces extrañas que le prometen que mañana volverá a su hogar. Pero llega el día y su cuerpo sigue mezclado con esas sábanas y una comida que no prueba. Y un olor que no es el de las montañas. Habla por teléfono con su hermano.Sus manos son fuertes y grandes, como sus pies. Por primera vez coge ese aparato. Solo así abre los ojos y su voz suena segura y fuerte. Después, tras beber solo leche, sus párpados caen. 'Otra vez mañana, otra vez mañana', dice la voz de su sueño. 



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