26 de febrero de 2012

Diálogo de sordos

Hace unos días estuve más de cuatro horas y media sentada escuchando un apasionante pleno. Toda una experiencia. Sé que muchos otros han vivido ya este fenómeno, y muchos más a sus espaldas. Y a estas alturas, deben ser semidioses llenos de sabiduría. Porque, aprender a filosofar, se aprende. En el de hace unos días se leyó hasta la Biblia. El bueno de Eclesiastés se hizo presente en una moción con su frase: "Donde abunda la sabiduría, abunda el sufrimiento y donde hay ciencia, hay más dolor". Toma esa. ¿Quién se atreve a rebatir con el mismísimo Eclesiastés? Pues hace unos días los hubo y varios. Menudos valientes. Y se atrevieron a bucear más en el conocimiento. Se habló de religión, de educación, de aborto, de la guerra civil, de la situación de la mujer...y con estos temas no bromeo y no hay ironía. Pero, una vez nombrados, expuesto cada portavoz de su grupo su opinión, ¿no es suficiente?, ¿es que se va a arreglar el mundo por seguir y seguir y seguir y seguir y seguir argumentando? ¿No es mejor aterrizar en los problemas locales?
Bueno, ahí no acaba la cosa.
¿Es que aún caben argumentos originales en un segundo turno de intervenciones después de haber hablado sobre el tema durante 20 minutos? Se puede, se puede. Y, mejor, ¿puede existir el fenómeno de que un grupo cambie de voto dos minutos después de haber votado la misma propuesta? Contra todo pronóstico, nadie cambió de voto. Son cosas que nadie espera.
Pero, lo que es más difícil, alguien, tras que otro enmendase lo que no se podía enmendar y el secretario le avisase de que ya sabía cómo debía enmendar y el que quería enmendar respondiese que él no sabía enmendar pero que tenía el deseo de enmendar y otro compañero le explicase que así podía enmendar y al fin pronunciara la enmienda, alguien, se percató de la situación y pronunció una esclarecedora frase: "Esto es un diálogo de sordos".

Espero que, con tu permiso Eclesiastés, no vuelvas a salir tan a menudo y, si sales, que sea por lo que pisamos, respiramos y comemos en esta tierra todos los días. Lo demás, corre el riesgo de ser un diálogo de sordos.

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